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Neville Goddard: Vive Desde el Resultado Final

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Hay una diferencia sutil pero contundente entre trabajar hacia un resultado, y pensar y sentir a partir de él.

Cuando trabajamos para conseguir algo, nos embarcamos en un viaje interminable. Podemos identificar ciertos indicadores y establecer metas que nos acerquen a nuestro logro, pero en nuestra mente siempre estamos "de camino" hacia el objetivo, en lugar de experimentar su realización. Los estudios que concluyen que "la observación afecta a la realidad" demuestran dos claves del proceso de traducir las posibilidades de nuestras mentes a la realidad del mundo:

1. Más allá de cualquier duda, la realidad cambia en presencia de nuestro enfoque.
2. Cuanto más nos enfocamos, mayor es el cambio.

Estas observaciones científicas confirman los principios que los grandes maestros de nuestro pasado han compartido en un lenguaje no científico. Por eso, la admonición de Neville de que debemos "introducir la imagen" (del deseo de nuestro corazón, de nuestro sueño, de nuestro objetivo, de nuestra plegaria respondida) y "pensar a partir de ella" es tan poderosa. Cuando nos enfocamos en cómo serían nuestras vidas si ya hubiéramos llevado a cabo nuestros sueños, lo que en realidad estamos haciendo es crear en nuestro interior las condiciones que permiten que nuestro sueño realizado nos rodee.


Neville, el niño y el perro

Tal vez el mejor modo de ilustrar esta verdad tan hermosa y profunda sea con un ejemplo. Neville, el filósofo del siglo XX, compartió muchos casos que describían el "milagro" de vivir desde el resultado, pero, para mí, el siguiente es uno de los más potentes por su simplicidad, claridad e inocencia.


La historia comienza con Neville en Nueva York explicando el poder de la imaginación y de la creencia a una mujer de negocios que ha venido a pedirle consejo. Después de describir la filosofía de vivir desde la respuesta, y de compartir las instrucciones con respecto a su práctica, los principios de Neville quedaron validados de un modo que ni siquiera él esperaba.


La mujer tenía un nieto de nueve años que había ido a visitarla desde otro estado, y permaneció con ella durante la reunión. Cuando se iban del despacho, el niño se giró hacia Neville y le dijo emocionado: "Sé lo que quiero y sé cómo conseguirlo". Tanto Neville como la mujer se sintieron sorprendidos al escuchar las palabras del niño, y el filósofo le planteó la pregunta lógica: ¿cuál era ese deseo que tan claro tenía? La respuesta subsiguiente no sorprendió a la abuela, puesto que ambos ya habían hablado del tema muchas veces: quería un perrito. "Cada noche, al irme a dormir, voy a hacer como que tengo un perro y que lo saco a pasear", dijo el niño.


La mujer tenía muy claras todas las razones por las que no quería un perro, y le explicó a su nieto, una vez más, que sus padres no le permitirían tenerlo, que a su padre no le gustaban los perros, y que él era demasiado pequeño para encargarse del animal. No habría perro... ¡y eso era todo! Hasta que, unas seis semanas después, la mujer llamó a Neville muy sorprendida.


Después de su encuentro en Nueva York, el muchacho había practicado todo lo que había oído decir a su abuela y a Neville. Aunque ellos creían que el niño estaba jugando con sus cosas durante el encuentro, de hecho había estado absorbiendo los detalles de su charla. Aplicándolos cada noche al irse a dormir, el niño imaginaba a su nuevo perro tumbado a su lado. La clave es que él se sentía como si el animal ya estuviera junto a él. En sus creencias, vivía esa experiencia como si fuera real. En su imaginación, "acariciaba al perro y sentía su pelo".


Curiosamente, poco después, el colegio del niño celebró un concurso especial durante la Semana de Bondad hacia los Animales. Se pidió a todos los niños de su clase que escribieran una redacción sobre "por qué me gustaría tener un perro". Después de evaluar las redacciones, el niño ganó, y como premio le dieron un precioso cachorro de collie. Tras observar todas las sincronicidades que condujeron a que su nieto tuviera un cachorro, los padres del niño reconocieron que en todo aquello había algo más grande que sus propias opiniones con respecto a la situación. Cambiaron su decisión y le dieron la bienvenida al nuevo amigo del niño.


Aunque es posible descartarlo como una coincidencia, lo que viene seguidamente hace que nos detengamos a reconsiderar lo que nos dice esta historia. Cuando la mujer le contó a Neville lo que había ocurrido y le dijo que su nieto había ganado el cachorro, guardó para el final la pieza que completaba el rompecabezas. Durante todo el tiempo que su nieto había deseado tener un perro, tenía muy claro exactamente de qué raza lo quería: ¡y era un collie!


Esta historia es tan impactante porque el niño fue capaz de entender y aplicar las ideas simples que había escuchado. En el curso de una conversación pasajera que su abuela había mantenido con un  extraño, él fue capaz de separar la filosofía de Neville de la situación de su abuela. Mientras los adultos comentaban las ideas maduras aplicadas a temas maduros, él fue capaz de captar los principios subyacentes que supuestamente tenían que ayudar al negocio de su abuela y aplicarlos a su deseo de tener un collie. Si un niño puede hacerlo, ¡todos podemos! La clave es salir de nuestros juicios y creencias con respeto a lo que es y no es posible, y permitir que la simplicidad de la primera regla se despliegue en nuestras vidas.



Gregg Braden

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