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Yo Te Saludo


Soy tu amigo, y mi amor por tí es profundo. Nada hay que pueda darte que no tengas ya; pero hay mucho, mucho que, aunque no pueda darlo, tú puedes tomar. El cielo no llegará a nosotros si nuestros corazones no encuentran paz en el ahora. ¡Toma el cielo! No hay paz para el futuro que no esté oculta en este pequeño instante presente. ¡Toma la paz!

La tristeza del mundo es sólo una sombra. Detrás de ella, y a nuestro alcance, está la alegría. Hay luz y gloria en la obscuridad, si solo pudiéramos verla; y para ver, sólo tenemos que mirar. Te suplico que mires.

La vida es un donador generoso, pero nosotros, juzgando sus dones por la apariencia, los desechamos como cosas feas, pesadas o duras. Al quitar la cubierta encontrarás un vivo esplendor, tejido de amor, por la sabiduría, con poder. Dale la bienvenida, tómalo y toca la mano del ángel que lo trae hasta ti. En todo lo que llamamos una prueba, pesar, o deber; creéme, la mano del ángel sigue allí; el don está presente y la maravilla de una presencia que todo lo cubre. También nuestras alegrías; no te conformes con que sean sólo alegrías. Ellas también ocultan dones divinos.

La vida está tan llena de significado y propósito, tan plena de belleza, bajo su apariencia, que te darás cuenta de que la tierra es sólo el manto de tu cielo. Ten valor para alcanzarlos; eso es todo lo que hace falta. Pero tú tienes el valor; y el conocimiento de que somos peregrinos que van juntos, viajando a través de un pais desconocido hacia nuestro hogar.

Y así, en este momento, yo te saludo; no de la forma como el mundo envía saludos, sino con profunda estimación, y con la plegaria de que para tí, ahora y siempre, amanezca el día y las sombras se desvanezcan.


Escrito por Fra Giovanni 1513 d.c.

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