El supermercado más cercano se encuentra a unas ocho cuadras de la casa. Es un establecimiento bastante grande y moderno. Empezó como farmacia. Después lo ampliaron y comenzaron a vender algunos víveres. En poco tiempo volvieron a ampliarlo, lo remodelaron e introdujeron máquinas registradoras capaces de leer el código de barras de los productos. De esta manera, la atención al cliente se hizo más rápida y eficiente.
Da gusto conocer un negocio así, que prospera y brinda cada día un mejor servicio. Todos los negocios deberían evolucionar así. Ése sería el resultado lógico si existiera una economía saludable en el país, y tal economía existiría si en la mente de cada persona hubiera una adecuada conciencia de la riqueza y la prosperidad.
Entré al supermercado y me dirigí a la sección de frutas y verduras. Como era temprano, había aún pocos clientes. Comencé a escoger la fruta que Edith, mi esposa, me había encargado.
Estaba pesando unas manzanas cuando una señora de edad avanzada, que también escogía fruta cerca de mí, comentó:
—¡Qué cara está toda la fruta! ¿Verdad? ¡Mire nada más! ¡No sé a dónde vamos a llegar con estos precios!
—La fruta cuesta lo que tiene que costar, señora —le dije—. En realidad nada es caro ni barato. Todo depende de cómo lo veamos.
Me miró extrañada. No creo que haya escuchado antes a alguien expresarse así de los precios.
—¡Seguramente usted ha de ser muy rico —comentó, con cierto enfado.
—En realidad sí lo soy. Todos deberíamos ser ricos. Así no nos preocuparíamos por el precio de la fruta.
Seguí escogiendo tranquilamente lo que llevaría. Ella se quedó unos instantes ahí, dirigiéndome una mirada de repugnancia como si acabara de encontrar una cucaracha de treinta centímetros en el refrigerador.
—¡Pues gaste sus montañas de dinero como mejor le plazca, señor ricachón!
Se alejó enfurecida.
"Yo nunca dije que tengo montañas de dinero", pensé; "sólo acepté ser rico".
Mientras regresaba a casa recordé el incidente y me dio risa. Me reí de mí mismo y de la mujer. ¡Qué curiosos somos los seres humanos! Hablamos lenguajes distintos y nos enfurecemos cuando no nos entendemos.
Edith y yo disfrutamos esa mañana como dos personas verdaderamente ricas: saboreamos alimentos que nos gustan y nutren, platicamos sin ninguna prisa sobre temas que nos interesan y escuchamos nuestra música preferida mientras recogíamos un poco la cocina. Luego cada uno se puso a trabajar en sus proyectos.
¡Es maravilloso ser rico! ¡Es fabuloso estar casado con una persona igualmente rica! ¡La vida se disfruta con un sentido diferente!
Pero no siempre fuimos ricos. Hubo un tiempo, hace tan sólo unos años, en que éramos verdaderamente pobres. Tanto como la mayoría de las personas que pueblan el planeta.
En esa época nuestra vida no era radiante. Los días y las noches eran muy distintos. Ahora parecen tan lejanos. Casi nos parece un sueño. Como esos sueños que se recuerdan vagamente al despertar y poco a poco se van desvaneciendo, aunque uno se esfuerce por retenerlos en la mente.
...Nuestra travesía desde la pobreza hasta la riqueza fue una epopeya maravillosa que podría ocurrirte a ti también.
¡Es maravilloso ser rico! ¡La vida se disfruta con un sentido diferente! ¡Todos deberíamos ser ricos!
Gildhardho
1 Comentarios
Los "cómos" los encontrará indefectiblemente en la información de esta web.
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