Cada sesión ofrece numerosas oportunidades para utilizar el tiempo de una manera provechosa. Las posibilidades son ilimitadas. Cuando eliges entrar en tu interior y descubrir a Dios, entras en el mundo espiritual. Es éste el camino a través del cual empezarán a manifestarse milagros en tu mundo físico. Este tiempo es para mí una bendición, y sugiero que lo trates como algo divino y especial. No permitas que nadie lo estropee o se inmiscuya en él.
La práctica de la meditación activa incluye presentar problemas o preguntas para su consideración. Acerca
de un problema vital del momento, a menudo pregunto: «¿Qué me enseña esto?» o «¿De qué modo puedo aprovechar esta situación?». Por ejemplo, una vez tenía dificultades con mi hija de catorce años. El problema era que mi hija quería salir con un chico, y resultaba imposible hablar con ella sin que en la comunicación primaran el disgusto y la obstinación. En una sesión de meditación pregunté: «¿Qué me enseña esto? ¿De qué modo puedo serle útil a mi hija?». De repente, la vi en mi pantalla interior. Lloraba y yo le pregunté: «¿Qué te pasa? Hablemos de ello».
-No puedo contártelo -me contestó ella-, tú eres mi padre, eres de otra generación. No ibas a entender.
Imaginé entonces lo que yo llamo mi «círculo de la verdad», mi técnica de meditación en la que cualquiera que entre en el círculo no puede decir más que la verdad. Coloqué a mi hija en el círculo y me dijo que le era imposible compartir conmigo, su padre, lo que sentía. Me uní a ella en el círculo, la cogí de la mano y dije:
«Estoy de acuerdo contigo. Estás preocupada y no puedes hablar del problema conmigo porque tengo prejuicios y, como padre, soy excesivamente protector. Me preocupa tanto que te hagan daño o que te pierdas que no puedo en verdad oír lo que dices o sientes. Pero sí conozco a alguien con quien podrás hablar».
A continuación, en mi mente, me transformé en el niño que yo era cuando tenía más o menos su edad. Ahí estaba yo, a los quince años, cogiéndole las manos a mi hija. Podía experimentar en mi mente mi aspecto de entonces, incluidos la loción barata para después del afeitado, los mocasines y la brillantina en el pelo. Mi yo adolescente le preguntó qué le ocurría.
De pie en el círculo de la verdad mi hija se sinceró y me dijo, de chica a chico, todo lo que le molestaba en
relación con su padre. Entre otras cosas, me contó que yo era incapaz de ser objetivo y no confiaba en su buen juicio.
Cuando salí de la meditación estaba llorando, pero sentí que había dado un gran paso. Si bien se había
tratado «simplemente» de un ritual de la mente, el efecto era realmente milagroso.
Esa misma mañana más tarde sostuve con mi hija la que quizá fue la conversación más importante de nuestras vidas. Le conté lo que había tenido lugar en mi meditación. Nos sentamos, nos cogimos las manos y nos explicamos lo que sentíamos, y nos prometimos mutuamente compartir con mayor franqueza lo que nos preocupara. La situación quedó resuelta. Nos abrazamos y ambos dijimos las palabras mágicas: «Te quiero. Me esforzaré más por enterarme de lo que te preocupa». He incluido esta historia como ejemplo de una de las muchas cosas que se pueden hacer en la meditación.
El vehículo de la meditación ofrece innumerables oportunidades para resolver conflictos. La guía está ahí, dentro de ti. Mientras meditas, puedes hacer preguntas y recibir respuestas. Puedes también volver atrás en tu vida, revivir experiencias y ser capaz de ver la lección que cada una de esas experiencias existenciales te ha aportado. Puedes comunicarte con aquellos que una vez formaron parte de tu vida y, ahora, o se hallan en otra parte del mundo físico o lo han abandonado. Puedes establecer contacto con la inteligencia divina que hay en
tu interior y hacer un uso nuevo y espectacular de ella. Puedes aprender a llegar al meollo de cualquier
enfermedad que forme parte de tu vida, bendecir ese malestar o ese mal y buscar el sentido de la enfermedad. Puedes también entrar en contacto con tu capacidad curativa. Puedes descubrir en tu mente la capacidad de crear sustancias químicas que reduzcan tu malestar y contribuyan a tu curación. Puedes aprender a pedir y recibir el valor necesario para efectuar cambios importantes que te alejen de la adicción a las sustancias tóxicas y de los estilos de vida poco sanos.
Llegarás, por último, al punto en que irás más allá de los pensamientos y de la actividad mental.
«Trascenderás» a ese campo unificado de la conciencia donde no hay ni mantra ni pensamiento: esto es la dicha. Y es imposible explicar lo que vislumbrarás de ese estado. Lo experimentarás y lo atesorarás, te lo prometo.
Después de meditar, gozo de una continuación de la experiencia que representa esa increíble ligereza del ser. Me siento centrado y con un propósito y, en mi relación con los demás, veo en ellos la plenitud de Dios. Resulta que, automáticamente, como mejora, mis elecciones son más sanas, bebo más agua, hago más ejercicio y me siento más generoso, más indulgente, menos en tensión y menos fatigado. Me faltan palabras para decir hasta qué punto la práctica de la meditación me resulta valiosa.
En una ocasión, se me pidió que contribuyera, junto con el Dalai Lama, la madre Teresa y otras casi treinta
personas, en una experiencia divina personal para un libro titulado For the Love Of God. La meditación constituye en la actualidad mi más significativa experiencia divina, por lo que es de ella que hablé. He aquí una parte de lo que dije:
Encuentro a Dios tomándome todos los días tiempo, a través de la oración o de la meditación, o como queráis llamarlo, para pasar a otro nivel de conciencia. Cierro los ojos y respiro. Me centro, vacío mi mente y empiezo a sentir el amor que hay allí cuando me tranquilizo lo suficiente como para sentirlo. En esta operación, trasciendo el tiempo y el espacio y me hallo en presencia misma de Dios, y me veo en un estado de armonía y dicha que trasciende todo lo por mí conocido...
No importa como lo consigas. No se llega de una manera lineal ni se logra estudiando los sistemas de otros.
El secreto está en que te permitas experimentarlo de primera mano y, luego, vivas cualesquiera mensajes que puedas recibir. Cuando experimentas esta vivencia, conectas de manera afectiva con cuanto existe en el universo.
Yo tengo una técnica propia. No forma parte de una preparación formal para la meditación como pueda ser la meditación trascendental. A mí me funciona, y, como ocurrirá con la tuya, ha evolucionado a partir del propósito
de establecer contacto con la parte superior de mi ser. Cuando creas en su presencia, descubrirás el cómo. No
será igual al mío ni al de nadie. Será tu modo propio, totalmente personal y efectivo, de entrar en tu interior. Existen muchos libros y guías maravillosos que pueden ayudarte a conseguirlo. Pero, en este punto, lo que necesitas es el propósito de descubrirlo por ti mismo.
Wayne Dyer
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