La palabra paradigma proviene de la raíz griega paradeigma, la cual quiere decir "modelo o patrón". Adam Smith, en su libro Los Poderes de la Mente (1975), define un paradigma como "un set compartido de suposiciones". Smith continúa, "El paradigma es la forma en que percibimos el mundo; es el agua para el pez. El paradigma nos explica el mundo y nos ayuda a predecir su comportamiento".
Los paradigmas sociales determinan nuestro comportamiento y nuestros valores. Los paradigmas médicos deciden cómo pensamos acerca de nuestros cuerpos.
Un paradigma es el filtro a través del cual miramos al mundo. Es nuestra mirada de la "realidad". Y porque determina nuestra realidad, raras veces lo notamos y aun más raras veces la cuestionamos. Nuestros paradigmas personales determinan nuestra realidad personal y nuestras suposiciones acerca de nuestro mundo. No pensamos acerca de estas suposiciones, pensamos desde ellas. Nunca vemos el mundo directamente; siempre lo vemos a través de estos filtros de paradigmas. Nunca vemos el mundo íntegramente; vemos sólo pedazos. Y nuestros marcos mentales naturalmente nos influencian para ver sólo esas partes del mundo que soportan nuestros paradigmas.
Los paradigmas también filtran la información entrante, la cual tiende a reforzar paradigmas confortables preexistentes (los sistemas de creencias y los programas mentales).
Tal como un objeto aparece ligeramente diferente a la luz infrarroja, a la luz del día, o en una negativa de rayos X, que cómo es en la realidad, lo que aparece ante nosotros y como lo percibimos tiene poco que ver con lo que hay realmente allí.
Adam Smith apuntó: “Cuando estamos en medio de un paradigma es difícil de imaginar algún otro paradigma". Siempre que hay un cambio de paradigmas, cambian todas las reglas. En un paradigma equivocado, aun las acciones correctas no surten efecto. Nuestros paradigmas personales controlan el modo en que tratamos y respondemos a la información.
La siguiente historia ilustra cómo pueden cambiar nuestros paradigmas rápida y drásticamente.
Había un actor de Hollywood al que le gustaba escaparse para su cabaña en las montañas cada fin de semana. Él conducía hasta allí sobre la carreteras de tierras curvilíneas, montañosas. Usualmente conducía su Porsche descapotable y disfrutaba viendo la rapidez con la que podía tomar las curvas. Una tarde de viernes cuando corría a través de estas curvas, se encuentra con un auto que venía en sentido contrario y se cruza en su camino. Hay un acantilado directamente hacia su derecha, así es que él frena su Porsche tan fuerte como puede y lo hace justo antes de producirse una colisión frontal. El otro auto también es un descapotable. El conductor pasa cerca de su Porsche detenido, acelera su motor y grita "CERDO". Esto le deja perplejo. Él estaba en su senda, ciertamente no fue su error, y él no había "acaparado" la carretera. ¡Cuando el otro conductor se marcha en una nube de polvo, él cambia de dirección y grita fuerte, "¡CERDA!". Ahora él está furioso. Pisa el acelerador, va ganando velocidad a través de la siguiente curva, y choca con un gran cerdo que estaba parado en la mitad del camino. Su interpretación de los motivos del otro conductor y su comportamiento cambian inmediatamente. Su respuesta no se había originado de lo que le habían dicho, pero si de su paradigma personal.
Los paradigmas particulares a través de los cuales miramos el mundo determinan nuestros sentimientos y nuestros comportamientos.
Darío Redes
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