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Miguel Ruiz Habla sobre las Personas que más lo han Inspirado en la Vida

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Para el autor de Los cuatro acuerdos, los maestros estaban en casa.

Es difícil no hablar de un familiar. Yo aprendí todo lo que sé principalmente de mi mamá y de mi abuelo, aunque la que más me ha inspirado es mi madre Sarita. Ella fue una curandera muy famosa y vi muchos milagros que sucedían a su alrededor. Pero, más que eso, me inspira la actitud que ella tenía ante la vida, ante la adversidad.

Ella nació en Juanacatlán, Jalisco y pertenecía a una de las familias más ricas. Sin embargo, a los 13 o 14 años se casó con un hombre muy pobre. De haber pasado una niñez donde tenía todo, de repente tenía un marido y no tenía nada y sufría a cada momento. Fueron tiempos muy difíciles para ella. Claro, como fui el último hijo, cuando yo nací todo eso ya había pasado. Es un milagro muy grande, desde mi punto de vista, haber salido de una pobreza extrema, haber sobrevivido a un esposo que la tenía en la pobreza y además la maltrataba, tener el valor de dejarlo en esos tiempos —entre las décadas de 1930 y 1940—, casarse de nuevo con un hombre que la ayudó con su esfuerzo a salir de esa pobreza, y tener cuatro hijos más, entre los cuales me encuentro yo.

Cuando nací, ella tenía 43 años, así que cuando crecí ya tenía más de 50 años. Viví con ella desde que recuerdo y durante todo ese tiempo aprendí de ella que todo es posible, que no hay nada imposible. Somos nosotros los que ponemos nuestras propias limitaciones. Y lo más importante que aprendí con ella es tener fe. Fe es creer en algo al 100 por ciento, sin lugar a dudas. Ella tenía fe en sí misma al 100 por ciento. Claro que hacía sus oraciones, le pedía a Dios, a los santos. Pero lo realmente importante era la fe que tenía en sí misma.

La otra persona que más me ha inspirado es mi abuelo, de quién sé muy poco porque lo conocí cuando él ya estaba muy viejo. Mis familiares dicen que era una persona muy estricta, que su sola presencia causaba respeto a su alrededor. Pero a mí no me tocó vivir esos tiempos. El hombre que yo conocí era muy venerable, pero siempre contento y bromista.

Mi abuelo era un hombre muy inteligente, que me hizo poner todo en duda hasta llegar al punto en que nos damos cuenta que todo lo que percibimos, hacemos y decimos no son más que acuerdos.


Fuente: Revista Selecciones

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