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Vive el Momento


“La única cosa que buscamos con insaciable deseo es olvidarnos de nosotros mismos, ser sorprendidos fuera de nuestra propiedad, perder nuestra sempiterna memoria y hacer algo sin saber cómo o por qué”. 
-Emerson 

¿Qué significa estar verdaderamente vivo? ¿Significa correr tras cada nueva emoción o experiencia con la esperanza de sentir otro torrente de adrenalina? ¿O significa algo más, algo tan sencillo y, sin embargo, tan elusivo que constantemente se nos escapa? 

Muchas filosofías de Oriente, como el budismo Zen, enseñan que la única forma en que podemos experimentar la sensación de “estar vivos”, es vencer el movimiento compulsivo de la mente entre el pasado y el futuro y concentrarnos en el momento presente. El concepto de “vivir el momento” se ha convertido casi en un cliché; sin embargo, la mayoría de nosotros todavía no sabe exactamente qué significa o cómo experimentarlo. 

Para mi reciente boda, pasé meses planeando y organizando cada detalle, disfrutando inmensamente los preparativos. Al aproximarse el día, empecé a preocuparme por todo. ¿Podría yo dormir la noche anterior, tendría yo un buen día para mi peinado, se notaría en las fotografías el peso ganado en mis días premenstruales, podría yo decir mis votos sin llorar? En resumen, los soliloquios de mi mente me hicieron sentir que estaba en todos lados excepto aquí y ahora, lo cual me alejaba de la belleza y excitación de esos maravillosos días. 

Cuando llegó el día de la boda, mi mente se puso a trabajar de nuevo: ¿estaríamos a tiempo, qué tan rápido se tomarían las fotografías?, y cosas así. Cuando entramos por la puerta del mesón histórico en donde la boda iba a celebrarse, estaba tan absorbida por pensamientos perturbadores que ni siquiera vi la belleza de los adornos florales que decoraban los salones. En este punto me detuve. Sabía que si continuaba así, pasaría el día de mi boda sin vivirlo de verdad. Me tranquilicé y respiré profundamente, miré despacio en torno mío y tomé nota de los adornos así como de los rostros de los invitados. Al concentrarme en mi cuerpo, sentí estallidos de excitación que me recorrían y me di cuenta del suelo bajo mis pies y del ramo en mi mano. Regresé mi atención a los sonidos que me rodeaban, la música del piano y la charla de la multitud. Al centrarme, sabía que en realidad estaba presente y podía experimentar de forma total este día tan importante. 

Cuando Emerson menciona el deseo de olvidarnos, se refiere a la experiencia de vivir el momento presente, en el cual nos sentimos totalmente uno con lo que nos rodea. Al existir en tal estado, nos comprometemos con la vida directamente y vencemos nuestros sentimientos de separación y soledad. Durante estos momentos, también podemos disfrutar de cualquier proceso en que estemos involucrados, libres de preocupación por el resultado final. La espontaneidad, la libertad y la sensación de vida son nuestras, siempre que nos sumerjamos en lo que está frente a nosotros. 

Tomen por ejemplo los momentos en que hacemos el amor y parece que nos fusionamos con nuestra pareja. Todo sentido de tiempo y espacio desaparece, mientras que una sensación de unicidad y bienestar nos llena por completo. Libres y vivos, liberados de nuestro cuerpo y nuestras inhibiciones, podemos actuar con espontaneidad en lugar de premeditadamente. Afortunadamente, durante el acto de amor, la lista de cosas por hacer se aleja como lo hacen los temores pasados y las inseguridades. Cuando esto no sucede –como mucha gente puede atestiguar de tiempo en tiempo– nos convertimos en espectadores del acto en lugar de participantes, porque nuestra mente está en un remolino de observaciones y reflexiones. 

El ejercicio también puede llevarnos al momento presente, especialmente el de tipo aeróbico, como andar en bicicleta o correr. 

Un punto interesante de estas inmersiones es que servirán en cualquier momento o en cualquier actividad. Ya sea que observemos solos un ocaso o gocemos de un concierto entre miles de espectadores, el estar totalmente presentes transformará esa experiencia en verdadera vida y alegría. Me parece que esto es lo que Cristo quiso decir con: “el reino de los cielos está aquí” y, sin embargo, no lo vemos. 

Emerson especula que no podemos ver el futuro para que podamos aprender a vivir en el presente. Aun con este regalo de la naturaleza, raras veces residimos en el presente y, en cambio, pasamos la vida preocupándonos, lamentando y planeando, en lugar de vivir. 

Pasé la mayor parte del reciente otoño en la alegría de vivir el momento presente. Desde el instante en que despertaba por la mañana hasta el momento de ir a dormir, me abrazaba completamente a cada momento, creando días extraordinarios, casi místicos. Desgraciadamente, esos días no se multiplicaron porque pronto regresé a mi patrón de diversiones mentales. Cuando reflexiono sobre ese tiempo, me pregunto qué me dieron esos días tan ricos y completos. Quizá mis meditaciones fueron más profundas y más regulares, o quizá mi compromiso con la vida fue más fuerte y más completo; en realidad no lo sé, pero fue maravilloso. 

Cuando miro mi vida en retrospectiva, lamento haber perdido tanto de ella porque mi mente se encontraba en otros lugares. Sin embargo, recuerdo momentos maravillosos, en que me sentí verdaderamente viva y una con el mundo y con todos dentro de él. Durante tales momentos, la belleza de una flor puede arrobarnos tanto como un interludio romántico; cuando vivimos de esta forma, sabemos que estamos tocando al Eterno. 


Marianne Parady

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